COLINAS DE RÁNQUIL: UN VINO QUE NOS HACE RECONOCERNOS COMO CHILENOS

COLINAS DE RÁNQUIL: UN VINO QUE NOS HACE RECONOCERNOS COMO CHILENOS

En los últimos 10 o 15 años la variedad País ha tenido para algunos una inusitada redención. No un rescate del olvido, porque siempre ha estado presente en forma importante en la viticultura nacional, pero sí creo que ha sido una muy sana y visionaria visita a sus características y entendimiento de ellas. También habla de cómo a veces necesitamos de extranjeros para hacernos abrir los ojos y de generaciones nuevas que crean en lo propio y se atrevan.

La uva País, es más que la uva y el vino que produce. Es la manifestación concreta de parte de la cultura agrícola del Secano de Chile. En todo el mundo la vida rural es el depósito de las tradiciones de cada región y país. Es en gran medida por esto que en Europa se subsidian diversos rubros agrícolas, para no perder la tradición, evitar el despoblamiento rural y la consiguiente pérdida de memoria colectiva, además de mantener un mínimo de autonomía alimentaria.

En otras palabras, la uva País, junto a otros cultivos mantiene una forma de vida rural, una cultura local que, en parte, nos hace reconocernos como chilenos.

Cuando en Viña Morandé tomamos en nuestras manos las viñas de Colinas de Ránquil, esta búsqueda no nos fue ajena. Ya en 1997, Pablo Morandé había envasado probablemente el primer Cinsault de Itata en forma comercial.

Las uvas de las poco más de 8 hectáreas de País del fundo Ránquil, las fuimos probando viñedo a viñedo, tratando de percibir las particularidades que expresaban exposiciones y suelos distintos. Empíricamente, solo con nuestros sentidos elegimos el viñedo Las Cruzes (sic), de más de 120 años. Sus uvas nos parecieron de taninos abundantes y a la vez maduros. Las parras se veían de un buen vigor y sobre todo con cierta homogeneidad. El suelo, después de estudiarlo, resultó ser generado in situ a partir de rocas graníticas que aún mantienen gran cantidad de cuarzo en su proceso de meteorización.

Tratamos de sacarnos el “casco” de Cabernet Sauvignon que muchas veces llevamos puesto a la hora de vinificar y realizamos fermentaciones en lagar, cubas de madera abiertas para poder pisonear y maceración carbónica en cemento. Vinificaciones más bien pasivas y suaves.
El resultado creemos que es un excelente ejemplo de las grandes posibilidades de esta cepa. Color rojo, intenso, granate; aromas a fruta roja, que recuerda en primer lugar la guinda, algo de frambuesa y también un carácter levemente terroso. En boca es frutal, de taninos que marcan pero que muestran fineza. Sobre todo, destaco su bebestibilidad, su seriedad a la hora mostrase en la copa, sin ropajes ajenos, solo su fruta e inusual elegancia, dada por las características climáticas y de suelo que le dan origen.
Digno ejemplo de las colinas del pueblo de Ranquil, donde manda la fruta roja y el cuerpo recio, pero con la elegancia necesaria para plantarse sin complejos frente a un mundo que aplaude lo local y aprecia que muchas veces menos, es más.

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