Malleco, La última frontera de los sueños!

Malleco, La última frontera de los sueños!

El cambio climático que está afectando al mundo, incluyendo a nuestro país, es un hecho que hoy ya nadie pone en duda. En nuestro Valle Central, las precipitaciones han disminuido, en tanto el clima costero se enfría y seca. Y si bien el promedio de las lluvias no ha variado tanto como se podría creer, sí lo ha hecho la frecuencia y la intensidad de los eventos.

Dicho lo anterior, no es sorprendente que en Chile estemos produciendo vinos en lugares del sur donde antes no imaginábamos. Primero fue Mulchén, en la región del Biobío, a la que se sumó luego Traiguén en Malleco. Las experiencias llegan hoy incluso a Osorno y también a Chiloé.

La disminución de las precipitaciones, especialmente en verano, y el relativo aumento de las temperaturas, hacen posible que algunos sueños se hagan realidad. Y yo tenía un sueño. Mi familia paterna es del pueblo de Traiguén, en la Araucanía, donde poseía un campo llamado justamente La Viña.

Esto, debido a que allí había un viñedo y se hacía vino. Por lo que me decía mi padre, se trataba de un vino blanco, de baja graduación alcohólica y de dudosa calidad. Nunca supe la variedad, pero malo no debe haber sido, si tíos y parientes no le hacían asco. De hecho, recuerdo que era común verlos cosechar trigo con una chuica de acompañante en las largas jornadas veraniegas de la trilla. Y más de una vez hubo que ir a buscar la trilladora en la mitad de un potrero porque su conductor dormía bajo los efectos del vinito…

El clima lluvioso del sur de Chile, que se ve moderado en Traiguén por la sombra de lluvias que genera la cordillera de Nahuelbuta, y sus suelos rojo-arcillosos y volcánicos, fueron siempre un tremendo atractivo para mi. Esas condiciones me intrigaban y hacían pensar en la calidad que se le podría imprimir a un vino de la zona.

Mucho vino ha pasado bajo el puente desde que soñé por primera vez en hacer uno en Traiguén. Pero con la vendimia de 2020 este sueño se cumplió. Poder vinificar las uvas de chardonnay y pinot noir que mi hermano y un amigo habían plantado en el campo de un primo, es una oportunidad y un desafío emocionante. Y también, por qué no decirlo, una gran responsabilidad.

Acabamos de envasar ambos vinos, los que formarán parte con pleno derecho de nuestra línea Edición Limitada. En la zona, las parras crecen muy lentamente y parecen más jóvenes que los 10 años que tienen. La cantidad de racimos por planta debe ser muy limitada ya que con una carga que en la zona central se consideraría normal, allí las uvas no lograrían madurar.

El resultado es notable (¡un sueño!). La fineza y tipicidad únicas que muestran los vinos justifican con creces el esfuerzo. Dicen por ahí que hay que tener cuidado con los sueños porque a veces se cumplen… y la verdad es que este es uno que me hubiese gustado compartir con mi padre, tal vez un pionero sin saberlo. También me habría gustado escuchar sus historias de la antigua viña y brindar por esta nueva generación de vinos de la zona. Y por Viña Morandé y su incansable búsqueda de terruños de los que obtener vinos soñados, permitiéndome así que yo cumpla uno de los míos.

Ricardo Baettig

Enólogo Viña Morandé

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