VALLE DEL ITATA, LA CUNA SUREÑA DEL VINO CHILENO

VALLE DEL ITATA, LA CUNA SUREÑA DEL VINO CHILENO

Ubicado en la región del Biobío, el valle del Itata se extiende por unos 100 kilómetros, entre las ciudades de San Carlos y Bulnes, en la provincia de Ñuble. Se trata de una de las zonas vitivinícolas más antiguas en Chile, con una tradición en torno al mundo del vino de más de 400 años, y es un lugar donde aún pueden verse pequeñas parcelas con viñedos de cabeza esparcidos entre medios de bosques, colinas y pinos.

Hasta hace poco tiempo, la gran mayoría del vino que se producía en la zona se destinaba a vinos simples de consumo local, no obstante, en los últimos años, los viñedos antiguos de variedades como Cinsault, País y Moscatel, han llamado fuertemente la atención de diversos viñateros y su fruta se ha comenzado a utilizar en vinos con más renombre.

Sin embargo, la fama de este valle comienza muchísimos años tras, con la llegada de los españoles. Y es que poco después de introducidas las primeras vides, el vino producido en Itata comienza a ganar gran reconocimiento a lo largo de todo el país. Se trataba del vino pipeño o como en ese entonces era conocido el “vino de Chile”.

Hacia 1870, el valle del Itata abarcaba casi el 80% de la producción nacional de vino, no obstante, con la llegada de vinos de estilo francés, estos empiezan a decaer, aumentando considerablemente la producción vitivinícola de los valles centrales. Como consecuencia, en unos pocos años, Itata comienza un largo decaimiento que duró hasta la primera década de los años 2000, cuando las cepas ancestrales comienzan poco a poco a volver a la palestra.

El valle del Itata presenta un clima en general mediterráneo húmedo, con influencia marina y presencia de temperaturas más bajas que en otros valles, así como estaciones bien diferenciadas, que se caracteriza por días bastante frescos y con mucho viento durante el verano, así como lluvioso en invierno, permitiendo una maduración lenta y pausada. Los suelos por su parte son arenosos, graníticos y ricos en minerales, lo que permite una alta productividad de las parras.

De hecho, de esta zona es nuestro vino Creole, un proyecto de Morandé Adventures, compuesto mayoritariamente de Cinsault y con un porcentaje de cepa País. Se trata de un vino intensamente frutal, fresco y de suave estructura, de cuerpo medio-liviano, con notas a frutos rojos como frambuesa, guinda ácida y ligeros aromas terrosos.

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