Para nadie es un misterio que en los últimos 10 o 12 años el Valle del Maule ha experimentado un resurgimiento, no solo como un productor de volúmenes, sino también de vinos de gran calidad.
Desde que Pablo Morandé y Francisco Gillmore, con gran intuición y confianza en sus experiencias, envasaran sus primeros vinos de carignan a mediados de los años ’90, el Maule se ha ido desarrollando y revalorizando. Particularmente el Secano Interior y sus viñedos antiguos de carignan y cepa país. Estos últimos no solo aportan sus uvas, sino también su identidad y rusticidad, que permite que se injerten diversas variedades de uva sobre sus raíces, algo que han demostrado funcionar muy bien en ese clima de veranos secos y cálidos, especialmente con cepas tintas como garnacha y mourvèdre, y blancas como roussanne y marsanne.
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28 diciembre, 2020 /