
14 Oct LAS HISTORIAS DETRÁS DE CADA ETIQUETA DE MORANDÉ ADVENTURE
Entre los muchos proyectos que desarrollamos en Viña Morandé, Morandé Adventure ocupa un lugar especial en mi corazón. No solo por lo que representa en nuestra historia, sino por lo que simboliza: la búsqueda constante de innovación y autenticidad.
Cuando llegué a la bodega, el proyecto ya existía desde 1997 bajo el nombre Aventura, nacido de la mente inquieta y visionaria de Pablo Morandé. Él soñaba con vinos libres, creados desde la curiosidad y el deseo de explorar toda la diversidad de Chile: sus terroirs inexplorados, sus variedades patrimoniales y su legado vitivinícola.
Hacia 2011, ese espíritu aventurero se renovó. Rebautizamos el proyecto como Morandé Adventure y, desde entonces, se transformó en una especie de laboratorio de ideas: una plataforma donde todo nuestro equipo de enología puede experimentar, arriesgarse y crear vinos que cuenten nuevas historias (y rescate las antiguas también).
Hoy tengo el privilegio de liderar este trabajo junto a la talentosa Daniela Salinas, y de seguir ampliando el horizonte que Pablo trazó hace tantos años.
Cada etiqueta de la línea nació de un impulso diferente: una curiosidad, una provocación, un deseo de redescubrir el Chile vitivinícola.
Tirazis, por ejemplo, nació en 2011 y fue el primer Adventure de la segunda fase del proyecto. El fue elaborado en la bodega ya cerrada de la tienda y restaurante House of Morandé, que teníamos en Casablanca.
Es un syrah de clima frío del valle de Casablanca, proveniente de pequeñas parcelas plantadas en gobelet en las laderas del cerro Algarrobo. En la antigua lengua elamita, Tiraziš significa Shiraz, el nombre de la ciudad persa donde, dicen, nació la uva syrah.
Despechado es un pinot noir de mínima intervención, fermentado con levaduras nativas en huevos de cemento. Sus uvas antes se destinaban a cortes, hasta que decidimos darles el protagonismo que merecían.
Creole expresa el corazón del sur de Chile: elaborado con cinsault y país de viñedos viejos de Secano en Itata y Maule. Un vino que, para mí, refleja fielmente el alma campesina de nuestro país, desde el origen hasta la etiqueta.
Con Bestiario, nos dejamos llevar por la imaginación: es un blanco elaborado como tinto, hecho de marsanne, roussanne y un toque de viognier, inspirado en los libros medievales que describían criaturas fantásticas.
El Padre nació del deseo de rendir homenaje al cabernet franc, tantas veces opacado por el famoso cabernet sauvignon, de quien es padre genético. Un vino del valle del Maipo, profundo y elegante, que muestra la fuerza silenciosa de esta variedad.
Aterciopelado revive una tradición perdida: el Terciopelo cauquenino, vino de los años 60 hecho con país y malbec. Aquí reinterpretamos ese clásico a través de una cofermentación de esas variedades, dando vida a un vino vibrante y frutado.
El Gran Petit demuestra que las uvas pequeñas pueden lograr grandes cosas: petite sirah y petit verdot, cofermentadas en huevos de cemento, en un vino lleno de estructura y energía.
Antiguas Raíces nació del deseo de mostrar el potencial del Maule para las variedades mediterráneas, especialmente la garnacha. Un vino de viñas viejas, cofermentado con uvas blancas y tintas, suculento y frutado.
Y Colinas de Ránquil es un esfuerzo para revisitar los terruños más ancestrales de Chile. Es un tinto 100% país de un viñedo centenario del Secano Costero de Itata, con taninos firmes, estructura y delicadas notas de especias dulces.
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